viernes, 31 de diciembre de 2021

Fin de año.

Más de dos años han pasado desde la última entrada titulada "Reflexiones". Desde entonces reflexiones ha habido muchas, conclusiones pocas.

He intentado minimizar el trabajo que requiere el jardín, pues ya no podemos proporcionarle los mismos cuidados. Como resultado se va transformando en un pequeño bosque, todavía agradable, no tanto para la flora como para la "fauna"...




Aún así no carece de belleza.



Y continúa inspirando a mi hija Esperanza en sus dibujos. Me complace compartir con todos vosotros - queridos jardineros - su última obra, a la que añadió un texto que me transporta a mi lejana infancia.



"Anochece y la estrella de Belén ilumina un precioso jardín lleno de hadas, duendes y elfos. Varitas mágicas y candiles brillan por doquier. Algunos sonríen asombrados por la belleza del cometa. Otros bailan con vuelos y piruetas entre el sol poniente y la luna que nace. Todos celebran la extraordinaria ocasión.

¿Cuál de estos pequeños seres mágicos será el duende del hogar? Uno de ellos es el nuestro, pues el jardín de la ilustración no es otro que el de nuestra casa familiar.

El duende nos visita desde hace muchas generaciones. Una de sus puertas secretas está en un castaño centenario donde siempre deja pequeños regalos para los niños. Mi bisabuela Mamá Esperanza hablaba frecuentemente con él, y luego le contaba todas sus travesuras a su pequeña nieta, mi madre, que aún hoy sigue cuidando con entusiasmo ese mismo jardín."

¡Os deseo de todo corazón un feliz, fantástico y saludable año 2022!


viernes, 26 de julio de 2019

Reflexiones



9 de julio

Hoy es un buen día para contemplar el jardín, ayer la lluvia lo regó con calma y en profundidad. ¡Qué bien huele la tierra mojada en un día cálido!

Me trae el recuerdo de las "Botadas", así llamábamos al trabajo de arar las fincas para sembrar el maíz. La tierra, tras ser removida por el arado, cuando la lluvia la empapaba, "fumegaba", parecía que de ella se elevaba humo. Ese aparente humo esparcía un olor envolvente, profundo, como el aroma de la trufa fresca: era sin duda un perfume energizante.

Mi aldea era un hermoso cuadro de pequeñas fincas enmarcadas por los muros construidos por manos hábiles que ensartaban las - casi siempre - pequeñas piedras, sin ninguna argamasa. Hoy se les llama muros de “piedra seca”, ya pocos se conservan en buen estado. Algo he leído últimamente acerca del interés turístico de protegerlos, ojalá así sea.



17 de julio

Pasaron unos días y continúo con mis reflexiones, propósitos y búsquedas.

Tengo ante mí un gran reto: minimizar el trabajo en el jardín. Llevo un año en este empeño, con un muy pobre resultado. Dejé las plantas solo con los cuidados imprescindibles: riego y abonado, y el resultado no fue alentador.

Acepto y agradezco consejos.

Para consolarnos os ofrezco algunas fotos del jardín realizadas hace algunos días.















viernes, 22 de junio de 2018

Quen fora novo e non fora tolo!

“Quen fora novo e non fora tolo!” ¡Qué bien cuadra este refrán de nuestros abuelos a esta loca primavera que ya se está yendo!

Los árboles de mi jardín - que ya son adultos - consiguieron sacar algún beneficio de las alteraciones tan bruscas de las temperaturas y las lluvias torrenciales, están más altos y más frondosos, adueñándose de la luz.
 

Pero las grandes víctimas de los excesos primaverales fueron los rosales. Las azaleas y los rododendros tuvieron unas esplendorosas floraciones, aunque no llegaron a resistir ni una semana.




Fue un trabajo duro el de intentar retirar los amasijos de pétalos marchitos, que por su peso llegaron a romper ramas y tanto favorecieron a los hongos.


Ahora tenemos que intentar retirar con un buen rastrillado todas las hojas caídas e intentar ayudar con algún fungicida que resulte útil para los rosales y menos agresivo para las personas.

El rosal que mejor resistió a esta maléfica y loca primavera fue Golden Celebration de Austin . El trepador Albertine, después de un fuerte lavado con manguera, que ayudó a limpiar su aspecto desastroso, se animó rápidamente a que los nuevos capullos se abrieran y nos reconforta con su belleza.



 



¡Y tenemos algo bueno que contar!: nuestra vieja gardenia por fin se llenó de capullos. La compré ya grandecita hará unos 15 años, cambiándola de tiesto como me aconsejaron en el vivero y, a pesar de mimarla con todo los cuidados que aconsejan los entendidos, nunca nos regaló más que dos flores, algunos años solo una.


El año pasado decidí plantarla en tierra y dejarla un poco a su suerte, formó varios capullos, pero no se llegaron a abrir. Este mes de marzo le di una ligera poda aclarando algo el interior y le di un ultimátum… ¡Resultó plenamente! Ya tiene una flor abierta y está cubierta de capullos.

Otra buena noticia, quizá no tanto para el jardín: dentro de unos días le daremos la bienvenida a un cachorrito, un sobrino-nieto de nuestro añorado Buyuk. Aún no lo conocemos, pero nos dicen que es hermoso, no lo dudo, y también que es alegre y noble. Espero que sí lo sea y haga honor a su raza.

El jardín sufrirá algo, pero lo compensará lo mucho que disfrutarán de su compañía las niñas de la casa. Y las que ya no lo son tanto.

Que el verano que entra sea benéfico para todos.


sábado, 12 de mayo de 2018

Adiós Buyuk.


Nuestros perros siempre han sido maestros de afectos, inteligencia y nobleza.

Estoy segura de que en el Paraíso tiene que haber un precioso curruncho, con una portela como la de nuestra finca, donde estos maravillosos amigos nos esperen para indicarnos el camino.

Como hacías tú siempre que llegábamos a casa, corriendo delante del coche, como si no confiaras en que pudiera subir la pequeña ladera sin tu ayuda.

¡Tan blanco! ¡Tan Bello!

Adiós Buyuk.







sábado, 24 de marzo de 2018

Final del invierno.

El invierno toca a su fin. Desde mi dormitorio, cuando las lluvias torrenciales azotaban con furia el ventanal que mira al sur, me parecían inspiradoras de una gran sinfonía, pienso que Beethoven entendería su mensaje.


Todavía hace frío, el jardín está empapado y es urgente podar los rosales. Pero también es absolutamente necesario recuperar el ritmo de trabajo, algo enmohecido por el duro invierno, mis 86 primaveras, y el feo catarro que fue mi afable compañero un largo mes.

Sí fue afable. Los primeros días algo ruidoso - pero enseguida nos hicimos amigos y lo pasamos muy bien juntos. Hemos disfrutado de la música y de mis viejos amigos los libros de cabecera. Algún nuevo libro quiso acompañarme, pero reconozco que soy algo reacia a las novedades.

También por primera vez usé el iPad como pantalla para entretenerme con alguna vieja película… y lo disfruté.


Ayer, ya recuperada, decidí que el primer trabajo sería proporcionarle al jardín un ligero maquillaje. Gracias al entusiasmo de mi querido ayudante Celso - y con una pequeña ayuda por mi parte - removimos tiestos, rastrillamos las hojas amontonadas por los vientos y retiramos las hierbas invasoras, como la tradescantia (amor de hombre), que ya cumplieron su función de dar una nota de verde en los cortos y grises días de invierno.



Hoy empezaremos con la poda. Haré solamente una ligera intromisión, solo los híbridos de té serán podados de la manera tradicional. En el caso de los rosales ingleses, así les llamo habitualmente, aunque no todos lo son - me refiero a los rosales que siendo cultivares modernos tienen las cualidades de forma y perfume de los que adornaban los antiguos jardines y tantos cementerios - me limitaré a retirar ramas secas o dañadas y aligerarle algo el centro para que reciban más luz.

También les daré el aporte habitual de abono químico con bastante fosfato y potasio.

Y al terminar la poda los rociaremos con sulfato de cobre para protegerlos en cierta medida de los hongos.


Y esperando que Mayo nos regale una vez más su festival de color y perfume… ¡Feliz Primavera!


domingo, 24 de diciembre de 2017

Chas-chas… ¡Por aí ben vas!

 
Natal... Na província neva.
Nos lares aconchegados,
Um sentimento conserva
Os sentimentos passados.


          (Fernando Pessoa, en 'Poesias')

Leí esta poesía cuando llevaba varios años lejos de la aldea donde había pasado mi infancia. Por aquel entonces no sabía quién era Fernando Pessoa, pero memoricé en seguida el primer verso y pensé que seguramente ese poeta añoraría tanto como yo la Navidad vivida al calor de la lareira.

La lareira, el corazón de las casas rurales en Galicia. En ella durante el invierno el fuego no se apagaba nunca.

En mi casa, debajo de la campana de piedra teníamos la cocina económica y el mesado en el que me encantaba encaramarme, y así abarcar todo el movimiento de la cocina. Era un espacio grande y sin obstáculos para mis correrías: solo las dos sillas bajas colocadas delante del fuego y las sillas de rejilla arrimadas a la pared. La mesa era un tablero unido a la pared por una bisagra en uno de sus extremos, que normalmente estaba plegada en posición vertical, y que solo se bajaba a la hora de la comida. Las alacenas ocupaban los huecos de debajo de la escalera que subía al sobrado, así llamaba la abuela al piso de arriba.

 Esta casita, junto a la nuestra, todavía conserva parte del encanto de antaño.

Para las comidas de la matanza, las que reunían a tantos parientes y amigos, teníamos al lado de la cocina un largo y estrecho comedor con una larga mesa. En el comedor estaba el amado chinero, donde la abuela guardaba las vajillas, la cristalería y los juegos de café, que yo podía contemplar - siempre embelesada - pero tenía absolutamente prohibido tocar.

Recuerdo que a escondidas, con gran sigilo, abría las puertas para poder contemplar a gusto - y quizá tener en las manos por algunos momentos - piezas que para mí representaban la más absoluta belleza.

La Navidad en aquellos años de plena guerra, y en los años siguientes, poco tiene que ver en el modo de vivirla con las celebraciones actuales. En la iglesia Don Balbino - el santo sacerdote de nuestra aldea - con su sabiduría, buen gusto y elegancia, montaba un Belén que en mi memoria es el más hermoso de cuantos pude contemplar en toda mi vida

En casa a Noite Boa no la celebrábamos con grandes cenas, eran tiempos muy duros. Sí recuerdo el gran bizcocho, y a Mamá Esperanza, mi abuela, que agradecía tener el azúcar suficiente para poder hacerlo. El azúcar era muy caro y escaso.

Cenábamos siempre sentadas en las bajas sillas delante del fuego. Esos días casi siempre coincidían con temperaturas muy bajas, en que los carámbanos de hielo colgaban de los aleros de los tejados... pero los grandes troncos de roble ardían en la lareira día y noche, y quizás gracias a ellos yo no tengo ningún recuerdo de haber sentido frío. El único problema desagradable del invierno eran los sabañones. ¡Y los tenía por mi culpa! Muchas zurras llevé por mi costumbre de chapotear en el agua del regueiro.

La cena sería frugal, pero después de ordenar la cocina venía la mágica hora de los cuentos...

Con mis cinco o seis años aún mi abuela me sentaba en su regazo y su voz me llevaba a tiempos muy lejanos, cuando los hombres y los animales todavía hablaban entre si.

Sentadas delante del fuego, alumbradas con la luz del candil, era fácil percibir las maravillas de tiempos pasados.

De todos aquellos relatos el que recuerdo con más emoción es el de la fuga de la Sagrada Familia a Egipto.

Intento recuperar las palabras de la abuela, en el gallego de mi aldea; que en aquellos tiempos era diferente del que se hablaba a 10 kilómetros de distancia. No había por aquel entonces ni academias de la lengua ni canales de televisión para homogeneizar el lenguaje.

La abuela empezaría así:

En aqueles tempos en que Nostro Señor veu ao mundo, quixo nacer nun sitio moi pobre que se chamaba Belén, perto de “Jesusalén”.

Seus país na Terra chamábanse María e José.

Sua nai - María - era moi noviña e moi linda. Seu pai, que era carpinteiro, xa tiña anos, pero era un home santo. Eles viaxaban a Belén cando María se puxo de parto e tiveron que se recoller nunha corte porque non toparon sitio nas pousadas.

Pero entón miña filliña, viuse no ceo un gran sinal, unha estreliña moi brillante que viña de Oriente e guiaba uns homes de moito poder e moitos saberes. Eran Reises, de terras de moi lonxe, que viñan procurando un recén nacido… ¡Que sabían que sería o Rei do Mundo! Querían adoralo.

A estrela parou onde estaba o neno deitadiño nun pesebre, súa nai Nostra Señora envolverao nuns panos, e na corte estaban as vaquiñas e as ovellas que lle darían calor.

Tamén uns pastores, que estaban no alto do monte a gardar os rebaños, viron esa estreliña - que tanto alumiaba - que se parara enriba da súa aldea. Baixaron logo para saber o que sería, e cando chegaron toparon os Reises, que eran tres, e chamábanse Melchor, Gaspar e Baltasar, e estaban a ofrecerlle ao Neno moitos tesouros: ouro, incienso e mirra.

Pero outro Rei moi malo, que se chamaba Herodes, e tamén viu a estrela. E como lle dixeran que anunciaba que nacera un neno que sería o Rei do Mundo, deu logo orden para que o mataran. ¡E para que non o puideran salvar de ningún xeito mandou matar todos os menos recén nacidos!

Entón un Angel apareceulle a José e díxolle: “José, colle a María e mailo neno e fuxe para terras do Exipto, onde quedarás hasta que eu te avise, pois Herodes - ese algoz - quere matar o neniño”.

José logo obedeceu, aparellou o burro no que viaxaban, montou nel a María co neno no colo e púxose a camiño.

Tiñan moito camiño por diante, e pra mais penas, déronse conta de que uns soldados os perseguían. Como estaban chegando a un cruce de camiños, escolleron o mais estreito e escuro, onde cantaban moitos paxariños. Sería polo anoitecer.

Cando os soldados chegaron ao cruce non sabían qué camiño coller, entón preguntáronlle a unhas chascas que estaban pousada nun muro: “Chasquiñas ¿vistes pasar uns camiñantes con un burro e un neno recén nacido por aquí ?” As chascas - que eran ruíns – cantaron:

Chas-chas… ¡Por aí ben vas!
Chas-chas… ¡Por aí ben vas! 


Pero alí pertiño estaban uns paxariños moi pequeniños, pero moi bos, que se chamaban pimpíns. E salvaron a Nostro Señor pois puxéronse a cantar ben alto:

Pim-pim… ¡Por aquí non vin!
Pim-pim… ¡Por aquí non vin!
Pim-pim… ¡Por aquí non vin!


Así que os soldados, como non sabían qué camiño era o bo, deron a volta.

Nostra Señora, agradecida, abendizoou os pimpíns, que serían sempre alegres saltadores, cantando de rama en rama, e amaldizoou as chascas, que vivirían entre os toxos e farían os niños rente á terra.

¡Gracias Mamá Esperanza por enseñarme a creer en los milagros!

Que la paz de la Navidad pueda morar en nuestros corazones.

Aquí os dejo un pequeño video de nuestro jardín, deseando unas felices Fiestas para todos.